Continué por el cauce del río desoyendo las indicaciones de los lugareños –no les daría el placer de ver a un forastero indefenso extraviarse en sus tierras-. Sobre el mediodía alcancé la cima, pero las nubes volaban bajas y no pude predecir de cuánto tiempo disponía. La cabaña del pastor no tenía ventanas y laLeer más