Llega la primavera y, junto con las alergias y la sangre alterada, viene la temporada alta en el mundo editorial. Como cantaba Serrat, a veces los editores —titiritero, ale hop— tienen que ir de feria en feria… del libro. Las ferias constituyen una oportunidad única en el ciclo del libro para que todos los que forman parte del mundillo se encuentren, compartan, intercambien y convivan. En Maclein y Parker nos encantan estos eventos porque supone una parte muy viva del trabajo y nos obligan a salir de la cabaña, donde se está muy a gustito, pero a veces muy lejos de donde bulle la verdadera actividad. Por eso lo hemos pasado tan bien en la Feria del Libro de Sevilla, donde hemos plantado los trastos durante diez días junto a los compañeros de Triskel.
Si hay algo que nos gusta a los Maclein y Parker es charlar (eso lo sabéis los que nos conocéis) y estar detrás del mostrador recomendando libros, anunciando novedades e intercambiando impresiones con los visitantes es una de nuestras ocupaciones preferidas. Resulta muy gratificante hablar con lectores que ya son incondicionales de la editorial, pero más satisfactorio aún resulta hacer nuevos seguidores, personas que se acercan para echar un vistazo y, después de una grata conversación sobre gustos literarios, tipos de papel o cómo está el patio de la edición, se van con un libro bajo el brazo y una sonrisa (y alguna que otra sorpresa adicional, que nosotros somos muy de regalar marcapáginas, jarrillos de lata —muy apañados— o postales ilustradas). Anécdotas hay para todos los gustos, sobre todo las relacionadas con lectores que vuelven después de una recomendación el año pasado o los que se lanzan a por novedades que han conocido a través de la web, por ejemplo. También conocemos a escritores e ilustradores con los que, en muchos casos, llegamos a concretar algún proyecto.
Por descontado, compartimos mucho tiempo también con nuestros autores publicados, colaboradores del blog, otros editores, libreros y gentes de la acción cultural, lo cual nos enriquece una barbaridad porque podemos comparar notas y puntos de vista, y enredar un poquitín haciendo planes de futuro (otro de nuestros pasatiempos favoritos).
En definitiva, aunque en la cabaña se pasa muy bien y no hace frío ni llueve, a veces es necesario salir a la calle, tomarle el pulso a la realidad, y qué mejor que en la fiesta del libro por excelencia. Terminamos cansados y con varios kilos menos, pero siempre contentos y con ganas de que comience la siguiente. El espectáculo debe continuar.